viernes, 19 de marzo de 2010

martes, 23 de junio de 2009

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La juventud de hoy y la crisis de identidades: Por qué creé este programa

“Dime con quién andas y te diré quién eres,” es un proverbio popular del refranero castellano; es el resultado de un conocimiento cultural colectivo sobre la naturaleza humana que capta la esencia de la relación entre la identidad social y la identidad personal. Sin embargo el revés también aplica: “dime quién eres y te diré con quién andas;” esta versión implica que tanto las relaciones sociales como la correspondiente conducta de un dado individuo está a su vez sujeta a su propia visión de su identidad personal: el individuo tiene opciones y posibilidades de hacer escogencias.

Hoy en día líderes alrededor del mundo se preocupan por el estado crítico de la economía mundial, por las grandes pérdidas monetarias en ciertos sectores, y por numerosos factores económicos en decline; tomadas todas éstas en conjunto amenazan a una posible recesión económica. A mí me preocupa más otra crisis, también de índole internacional, y que se expresa también en pérdidas monetarias medibles pero más aun en pérdidas humanas inconmensurables: nuestra juventud.

La juventud es el futuro de la familia, de las comunidades, de las naciones y de los países, y del mundo; la crisis de la cuál les hablo queda patente de muchas maneras: en la apatía en general que muestran; en la falta de consciencia social y política; en la falta de de una visión de vida personal y de esperanza hacia el futuro; en la conducta antisocial; y en las crecientes muestras de comportamiento netamente autodestructivo. A la raíz de la situación de nuestra juventud existe una crisis de identidad personal; el “quien eres” de la juventud de muchos países está en un estado de patología crítica, de incertidumbre, de desequilibrio, de conflicto, de enajenación.

Entre los países miembros de la Unión Europea, por ejemplo, el 25% de la mortandad entre varones de 15 a 29 años de edad se atribuye directamente al consumo del alcohol; y el índice de crecimiento del alcoholismo juvenil en los últimos 10 años se ha considerado alarmante entre muchos países de Europa. Como padre de familia saber que uno de cada cuatro jóvenes muere innecesariamente es simplemente una pérdida inaceptable que corresponde a nada menos que a una automasacre.

En los Estados Unidos de Norteamérica, donde todo lo que existe y acontece tiene que medirse en términos económicos, se estimó que el costo social del consumo ilícito de alcohol entre los jóvenes menores de edad ascendió a los $53 mil millones de dólares en el año 2006. Esta cifra equivale a más de la novena parte del gasto militar en defensa nacional estadounidense en el mismo año ($453 mil millones de dólares); pero, ¿qué defensa militar hay contra la autodestrucción de los ciudadanos de un propio país?

Y si piensan que porque no viven ni en Europa ni en America que su panorama es radicalmente diferente, abran los ojos e indaguen un poquito: bienvenidos al “Pueblo Global” donde todos quedamos afligidos por más que por el estado de la bolsa de las grandes economías y por las emisiones de hidroclorofluorocarbonos. Si creen que sus hijos están a salvos porque son estudiantes estelares, atletas sobresalidos, o porque su familia se destaque en su comunidad religiosa por sus actos y contribuciones caritativas desengáñense: El alcoholismo y la narcoadicción juvenil, por ejemplo, acontece en las mejores familias y con los hijos de los padres más dedicados. Si en su rinconcito del mundo tienen un MacDonalds, acceso a la Internet, venta de música ‘rapera,’ indicios de narcotráfico, o pósteres de Paris Hilton, su juventud va a quedar afectada sino ‘infectada’ por esta plaga mundial.

La identidad personal es crítica a la hora de definir no sólo nuestras relaciones sociales, sino también nuestro comportamiento, tanto lo que hacemos como lo que no estamos dispuestos a hacer: “no robo porque no soy ladrón” y punto. Nunca vi esto can tanta claridad como cuando trabajaba de psicólogo interno en una residencia correccional de rehabilitación juvenil femenina en San Diego. Bien poco de lo que uno aprende en la universidad le prepara para la experiencia diaria de tratar con este tipo de población, y tuve que recurrir en gran parte a mi conocimiento de las culturas afroamericanas, latinas, y amerindias; a mi familiaridad con la mentalidad y cultura del pandillero; y a mis propios estudios de la función de la identidad personal que forman la base de mi “Estrategia Existencial” – la filosofía psicológica-espiritual de vida de MAMBA-Ryu.

Mis éxitos con las internadas, sobre todo con las pandilleras, eran tales que mis supervisores y superiores en el departamento de psicología forense me encargaron a que preparara un reporte sobre el problema del pandillerismo con una propuesta de un programa juvenil para su tratamiento.

El pandillerismo, que en los Estados Unidos se ha convertido en la amenaza a la seguridad pública numero uno, se podría considerar como el caso extremo de la decadencia juvenil, ya que en él encontramos representados todos los patrones antisociales que afectan a nuestra juventud. De hecho, la vida en la pandilla crea una inversión de los valores sociales para crear esquemas plenamente antisociales y criminales, donde la conciencia humana, la humanidad misma, queda enterrada y desechada como indicio de debilidad.

Muchas de las pandillas requieren que sus miembros prospectivos cometan serios actos criminales como son las violaciones, los asaltos a mano armada, los secuestros y hasta asesinatos. Varias de mis pacientes me contaron de su participación en el secuestro de chicas de otras pandillas para ser violadas por sus colegas varones.

Una vez miembro de la pandilla la rutina diaria del pandillero consiste en desenvolverse en un mundo en el cuál la notoriedad criminal es causa de ‘honra’ y de ‘honor’ y en donde el consumo abusivo del alcohol y de los narcóticos juegan un papel fundamental: la intoxicación roba la voluntad, ocluye el raciocinio, y facilita el libertinaje, la crueldad, la perversidad y la felonía. Una vez cometidos ciertos actos la identidad personal queda dañada, engullida por la identidad social de la pandilla, y el individuo está perdido. Cuando se encuentra el pandillero en territorio ajeno lo primero que anuncia es su afiliación (¡Chula Vista!, ¡Diablos!, ¡Escondido!, etc.) por la cuál está dispuesto (o dispuesta) a matar o a morir.

El resultado de mi estudio fue la propuesta para un programa piloto denominado el “MAMBA CORPS TRAINING FOR JUVENILE IDENTITY AND CONDUCT REHABILITATION. A 12-Week Training Plan for Girls Rehabilitation Facility” (Entrenamiento de “MAMBA Corps” para la Rehabilitación de Identidad y Conducta Juvenil. Un Plan de Entrenamiento de 12 semanas para el Centro de Rehabilitación Femenino.” El programa propuesto era netamente basado en aspectos clave de mi programa integral de MAMBA-Ryu y como su título indica, se basa fundamentalmente en una restructuración de la identidad personal del individuo para llevar a cabo cambios conductuales perdurables. La propuesta fue aceptada tanto por el Departamento de Correcciones como por el Departamento de Psicología Forense. Lamentablemente, y por motivos personales inesperados, tuve que ausentarme y no logré implementar mi programa piloto ese año - aunque en teoría al menos las oportunidades continúan para el futuro.

Distanciado del día a día de la institución decidí que no es ni necesario ni razonable esperar a que el individuo caiga en las manos nefastas del alcoholismo, de la narcoadicción, o de la criminalidad para hacer una contribución al mundo: “es mejor prevenir que curar” – otro proverbio del refranero castellano. La verdad es que una vez que el individuo ha caído tan bajo con frecuencia algo en su esencia se resquebraja y no tiene remedio – el estrés postraumático no es dado a perdonar.

Mis estudios de las fuerzas sociales y psicológicas, individuales y colectivas, que ocasionan las pandillas me han llevado a entender mejor el problema de la crisis de identidad juvenil de hoy en día. Y tomando tanto de mis observaciones clínicas como de las personales como padre con dos décadas y media de experiencia, decidí que mis mayores esfuerzos deberían ser a nivel de prevención; así es que comencé a diseñar programas que contribuyeran a la creación de una fuerte y sana identidad personal juvenil, algo que les facilitara a decir “¡No!” aunque esa negativa les costase ‘puntos’ en el mundo de su identidad social.

La misión, la visión, es de establecer un movimiento internacional para fomentar la creación de identidades juveniles éticamente robustas y estables de tal magnitud que supongan una contrapartida, un desafío al lado oscuro que amenaza a destrozar nuestro más valioso recurso: nuestro futuro. A ese efecto en MAMBA-Ryu hemos creado el programa infantil Junior Mambas/MAMBA Corps. Bajo el lema de “HONOR, FUERZA, E INTEGRIDAD”, el propósito de este programa es precisamente el de inculcar en los niños, desde una edad bien temprana, la calidad de valores físicos, éticos, y mentales que apoyen a su formación futura de “Guerreros Iluminados” y que contrarresten las influencias negativas que cada vez dominan más las sociedades de hoy.

El programa de Junior Mambas (niños de 7 a 12 años de edad) abarca toda la base desarrollo personal de MAMBA-Ryu (Black Mamba, Kai Jutsu, Kai Zen, MAMBA Mindfulness, etc.) adaptada al cuerpo y a la mente infantil y entremezclada con juegos, juegos estratégicos (ajedrez y go) y con ejercicios especiales de coordinación, agilidad y sincronización.

Como padres tenemos la obligación de preparar a nuestros hijos en todo lo posible para que sobrevivan y sobresalgan en el mundo. Lamentablemente ese mundo está consumido por una falta de valores que se manifiestan de innumerables maneras y que a menudo sofocan nuestros mejores esfuerzos para contribuir a la creación de identidades honorables en nuestros hijos. Como quien ha vivido y errado, se ha esforzado y a veces fracasado, ha sobresalido y ante todo ha aprendido, mi visión – mi misión – es la de ofrecer el beneficio de mi experiencia en la forma de programas que prendan una luz propia de confianza e integridad en nuestra juventud para que así tengan las herramientas y las armas para contrarrestar la a veces abrumadora oscuridad del mundo que nos rodea.

Por Shodai J. A. Overton-Guerra